Las islas son sistemas vulnerables al cambio climático, debido a su gran dependencia del exterior, un elevado turismo que es, a su vez, un gran consumidor de recursos naturales y energéticos, y unos recursos limitados, entre otros. En pleno proceso de transición ecológica, con la Agenda 2030 como marco de referencia, el Gobierno de Canarias está fomentando proyectos de investigación que aborden la sostenibilidad en el archipiélago. Uno de ellos es “Análisis de la Huella de Carbono e Hídrica de las tres principales actividades económicas en las Islas Canarias: turismo, agricultura y ciclo integral del agua”, promovido por la Consejería de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial y coordinado por la Universidad de La Laguna y que ha contado, entre otros colaboradores, con el apoyo en la aportación de datos de Canaragua, Teidagua, Aguas de Telde y Aguas de Antigua.
El proyecto fue presentado el pasado recientemente por el director general de Ordenación del Territorio y Aguas del Gobierno de Canarias, Víctor Navarro, en la Sección de Ingeniería Agraria de la Universidad de La Laguna. Por parte de la institución académica, el proyecto está siendo coordinado por el profesor Juan Carlos Santamarta y la investigadora Noelia Cruz.
La reducción de la dependencia energética exterior y el avance hacia un escenario con la máxima autosuficiencia y garantía de suministros energéticos es un reto que afronta el archipiélago canario. También la progresiva descarbonización de la economía, así como la implantación progresiva de las energías renovables y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, de acuerdo con los compromisos adquiridos por España y la Unión Europea.
La huella de carbono, que es el indicador utilizado para conocer el impacto medioambiental de las principales actividades del archipiélago, contabiliza la totalidad de los gases de efecto invernadero asociados a la producción de un producto, la prestación de un servicio o la realización de una actividad, generados tanto de forma directa como indirecta por la organización y, de ese modo, calibrar su impacto sobre el medio ambiente.
En este caso, el estudio aborda los tres alcances de la huella de carbono, que contabilizan las emisiones procedentes de los combustibles fósiles, así como de la electricidad empleada por la instalación para su funcionamiento. Además, tendrá en cuenta la dependencia de la instalación de proveedores externos y demás elementos indirectos, que contribuyen al correcto funcionamiento de esta.
Así como la huella de carbono contabiliza las emisiones de los gases de efecto invernadero, la huella hídrica lo hace del volumen total de agua dulce necesaria para producir los bienes y servicios consumidos por el individuo, la comunidad o la organización. Es el resultado de sumar el volumen de agua dulce consumida y la contaminación asociada a su uso por el consumidor o el productor, y el volumen de agua dulce consumida y la contaminación asociada a la producción de bienes y servicios.
La metodología empleada en este proyecto ha sido la GHG Protocol y los dos años seleccionados para el cálculo han sido el 2019 y el 2020, con el objetivo de ver el efecto de la pandemia en las emisiones realizadas.
Cómo se calcula la huella hídrica
El uso del agua se mide en términos de volúmenes de agua consumidos (evaporados o incorporados a un producto) y / o contaminados por unidad de tiempo. Una huella hídrica se puede determinar para un producto en particular, para cualquier grupo bien definido de consumidores (por ejemplo, un individuo, familia, pueblo, ciudad, provincia, estado o nación) o productores (sea una organización pública, empresa privada o sector económico). Como tiene dimensión temporal y espacial, se debe calcular con datos recogidos en un período de tiempo concreto (habitualmente un año) y en un lugar geográfico perfectamente delimitado.
Resultados
La huella de carbono más elevada ha sido la obtenida para las desalinizadoras de agua de mar, que se mueven en una horquilla de aproximadamente 1,0 y 5,0 kilogramos de dióxido de carbono equivalentes por metro cúbico. Para el caso de las depuradoras de aguas residuales, este rango es de 0,2 y 1,20 kgCO2eq/m3. En todos los casos, la huella de carbono ha sido inferior en el año 2020, si la comparamos con la del año 2019.
Esto se debe principalmente a dos factores clave: la reducción drástica del turismo durante el año 2020, que provocó una disminución en la demanda hídrica de las islas y, en segundo lugar, la disminución de los factores de emisión que son los valores por los que multiplicamos los consumos anuales, con el objetivo de conocer las emisiones asociadas a un servicio. Estos factores de emisión los publica anualmente el Ministerio para la Transición Ecológica y, para el caso de las suministradoras eléctricas, se ha encontrado unos mix eléctricos cada vez más eficientes, lo que favorece la disminución de las emisiones asociadas al consumo energético de las instalaciones (que es el más elevado en casi todos los casos, en relación el resto de consumos estudiados, como los de combustibles fósiles).
Se contará con la experiencia obtenida de la aplicación de una metodología desarrollada por el grupo de investigación INGENIA de la Universidad de La Laguna tanto en Canarias como en diferentes países europeos durante los años 2019 y 2020, así como un trabajo previo similar realizado para las Islas Baleares. Se pretende realizar un proyecto de referencia para tener un punto de partida para el proceso de descarbonización de las islas y mejora de su ciclo integral del agua.
Nuestro CEO José Juan González señaló “ La huella hídrica o de agua ha demostrado ser una herramienta imprescindible para aquellas organizaciones que desean conocer la magnitud del impacto de su actividad sobre los recursos hídricos. Estimar la huella hídrica les permite identificar los puntos críticos de su cadena de valor donde es prioritario focalizar esfuerzos, así como reducir los riesgos operacionales y reputacionales asociados al uso del agua. Por ello, apoyamos este estudio de la ULL que coordina el profesor Juan Carlos Santamarta y la investigadora Noelia Cruz para ayudar a las administraciones hidráulicas de Canarias a conocer el impacto de la actividad y de esta forma identificar los puntos críticos de la cadena de valor donde es prioritario focalizar esfuerzos, pues aún en algunos municipios de la isla la gestión del recurso es muy deficiente”.